Velando Tesis

El sueño reclamaba a todas y cada una de las almas de la ciudad, menos la de Roberto. El hacía compañía a la noche, como otras tantas veces, aunque esta vez era mas por obligación que por gusto. Había dado vueltas en la cama intentando encontrar una postura cómoda para descansar, pero no hubo manera. La mañana siguiente iba a ser la mas importante de su vida y los nervios campaban a sus anchas metiendo dudas y miedos en su cabeza así que, ya
harto, se levanto de la cama decidido, en recuerdo a los caballeros de la Edad Media, a velar sus armas. En lugar de espada tenia un bolígrafo, en lugar de escudo la tesis que tenia que presentar ese día, el trabajo de los últimos 6 años; y en lugar de oraciones a un dios en el que no creía repetía una y otra vez datos y conclusiones sin parar.

Faltaban unas pocas horas para el amanecer, aun el mundo estaba a oscuras y no tenia mas luz que la de la pequeña lampara de su escritorio. Con los ojos cerrados repetía su letanía, cuando terminaba un párrafo comprobaba que lo hubiera dicho correctamente leyéndolo de nuevo directamente en el texto escrito. De repente comenzó a notar calor en la nuca, levanto la mirada de la tesis y vio que el sol explotaba en el horizonte llenándolo todo de una luz rojiza. Hacia mucho tiempo que no se fijaba en los amaneceres, o al menos no recordaba el ultimo que vio. Se sentó en la cama dispuesto a disfrutar del espectáculo. Sol empezó a sacar su cabeza dando formas y luz a lo que antes solo eran siluetas y oscuridad, después estiro sus brazos abarcando todo el horizonte dando calor allí donde llegaba su luz. Roberto
miraba con atención cada detalle de lo que sucedía y los rayos de de luz parecía que habían conseguido ahuyentar todo rastro de dudas purificando, como lo haría el fuego de un dios redentor, purificando su alma de miedos.

Tan embelesado estaba con el espectáculo que no oyó cuando su madre entro en la habitación. La silueta de su hijo, como le sucedió a el con el milagro que sucedía afuera, la dejo obnubilada. Parecía un santo rodeado por un aura celestial. La imagen hizo que un sentimiento de orgullo creciera en su pecho y las lagrimas afloraran en sus ojos. Cuando Roberto se dio cuenta de la presencia de su madre y al verla llorar se acerco a ella y le pregunto:

-¿Qué es lo que te pasa?
-Nada hijo, que me siento muy orgullosa de ti.-Le respondió mientras le daba un abrazo
y poniéndose de puntillas le besaba la frente.- Vete a lavar que yo te preparare algo de
desayunar.

La calma duro muy poco. El agua de la ducha se llevo con ella la suciedad y el agarrotamiento de sus músculos pero también se llevo la fantasía de un milagro terrenal y le trajo la realidad, algo exagerada, de que el tiempo pasa de forma inexorable y veloz. Después del aseo dio cuenta del café que su madre le había preparado, no quiso forzar a su estomago que ya estaba muy revuelto, a aceptar mas alimento; se termino de acicalar con sumo cuidado afeitándose bien, dejándose el pelo perfecto y las uñas pulcramente pintadas negras como la noche que le había acompañado; al igual, también, que la ropa que iba a vestir. Unos pantalones ceñidos, una camisa, una corbata con una cinta morada, que la cruzaba a lo largo y ancho de la misma; y como colofón sus botas vaqueras. Mientras sus padres terminaban de
prepararse Roberto dedico el tiempo a repasar su tesis una vez mas, tenia que ser perfecta y por mas que la repasase el miedo, compañero y enemigo inseparable, le decía que aun no estaba preparado.

-Hijo, venga que ya nos vamos.-La voz de su padre fue la señal de no-retorno, era el momento y ya no había vuelta a atrás, así que recogió sus armas y mentalmente se preparo para lo que viniese.

Cuando llego a la puerta de la universidad los nervios le azuzaron una vez mas, no había nadie allí, llegaba tarde. Por un momento se imagino como el Conejo Blanco y apretó el paso dejando a sus padres atrás, pero justo cuando llegaba vio a través de las puertas de cristal que una persona se acercaba y las atravesaba, el sonido de un cascabel le dejo claro
quien era. Andrés, amigo y compañero de la vida durante varios años, aparecía con una sonrisa de oreja y los brazos abiertos para darle la bienvenida.

-¿Que tal esta el señor?-Le pregunto mientras le estrechaba en un fuerte abrazo de oso.
-Asustado y ansioso.
-No es para menos amigo mio. Venga dentro están todos esperándote, pero tranquilo que
aun llegáis con tiempo.-Le abrió la puerta e hizo una reverencia nada elegante.

Los pasillos estaban vacíos, solo se oían sus pasos y al fondo las voces de la gente que llegaban desde el auditorio donde esperaba el jurado que determinaría si Roberto era merecedor del titulo de Doctor en Biología Molecular. Cuando se acercaban a la puerta del mismo vio que había un grupo de gente que al verle a el empezaron a formar dos filas frente
a esta.

-¿Que hacen?-Pregunto mirando a Andrés. Por única respuesta recibió una sonrisa burlona que decía “¡Sorpresa!”

Cuando se pusieron frente a las filas Andrés le cogió del brazo y a pleno pulmón grito:

-¡SEÑORES!¡PRESENTEN ARMAS!

Y todos a una levantaron los brazos que portaban libros de biología, los mismos libros con los que Roberto había estudiado y se había formado a lo largo de los años. Andrés le hizo un gesto con la mano para que pasase. A cada paso miraba la caras de los que le honraban. Eran amigos, compañeros, todos y cada uno de los que le habían acompañado en el aveces maravilloso y aveces tortuoso viaje del conocimiento. Todos le miraban sonriendo y en las miradas de ellos, y en la de el también, se veía orgullo y agradecimiento por tantos momentos compartidos. A cada paso un recuerdo y con cada recuerdo el valor de Roberto aumentaba un poco mas de modo que cuando cruzo la puerta del auditorio el miedo y las dudas habían desaparecido. La sala estaba llena y en primera fila estaba el tan temido jurado,  pero Roberto ya no temía nada. Estaba lleno del orgullo y respeto de los suyos, pero ante todo estaba lleno de amor propio y valor. Sus conocimientos y los años de experiencia le avalaban y lo demostraría con el texto que venia a presentar, su escudo y parte de si mismo. No podía fallar. Era inevitable su nombramiento, así que se aclaro la voz y dijo la frase que tantas veces se había imaginado decir:

-Buenos dias, gracias a todos por venir. Mi nombre es Roberto de la Fuente y vengo a presentar mi Tesis.

Para Roth, Rober o El Gran Negro. Por tantos años, tantos momentos. Siempre estare orgulloso de ti.

Acerca de El Bufón

Soy el fiel sirviente de mi señor. Un susurrador de historias, un observador de realidades algunas mas alegres y otras mas tristes. Bienvenidos a este pedazo de mi mente. Ver todas las entradas de El Bufón

Debes haber iniciado sesión para comentar.